El 95% de los componentes del cemento se encuentra en la corteza terrestre. Se trata de un material prácticamente inagotable -de ahí que su precio nunca haya sufrido alteraciones demasiado significativas-. Y muy indicado para la construcción de carreteras, aunque se vea más el asfalto. De hecho, "hasta principios de los años noventa, el 80% de las vías de largo recorrido eran de ese material", asegura Aniceto Zaragoza, director general de Oficemen, la patronal de las cementeras.
Los pavimentos de hormigón vuelven a estar hoy en boca de empresas y administraciones. A mediados de octubre se celebrará en Sevilla un simposio internacional en el que expertos de todo el mundo compartirán sus experiencias sobre los pavimentos de hormigón.
En Europa nunca se dejó de construir carreteras con este material. Tras años de perfeccionamiento de la técnica, ésta ha mejorado mucho y su principal inconveniente desde el punto de vista de los usuarios frente a las calzadas de asfalto -la mayor rugosidad y traqueteos del coche y el ruido de éstos al pasar- se ha reducido hasta convertirlo en una opción amable para vehículos y vecindarios.
Desde el punto de vista verde, no hay color: los pavimentos de hormigón son más respetuosos con el medio ambiente que los de asfalto. Incluso sin tener en cuenta que la alternativa, las mezclas asfálticas, requieren de crudo y bituminosos -compuestos derivados del betún-, simplemente la durabilidad del hormigón ya comporta importantes reducciones en la emisión de CO2 debido a la energía que se deja de emplear para elaborar más pavimentos que sustituyan a los antiguos.
La vida útil de este tipo de pavimento puede superar los 40 años. Además, apenas necesitan operaciones de mantenimiento y reparación. Desde una perspectiva estrictamente económica, pues, si se le añade el ahorro que supone a largo plazo en materias primas, transporte y energía, el hormigón puede ser visto como una inversión rentable, ya que el Estado gasta anualmente unos 1.200 millones de euros sólo en la conservación de las infraestructuras viarias.
"El Estado debería apoyar que se empleen pavimentos de hormigón en las calzadas", sostiene Zaragoza tras asegurar que ello "ni mucho menos" supondría un alivio en los resultados de las cementeras, cuya producción cayó un 17% en el primer semestre del año.
En España hay unos 1.500 kilómetros de carreteras de gran capacidad con pavimentos de hormigón y otros 1.000 kilómetros en pistas menores. Desde los años noventa se han construido pocas autopistas y autovías con este tipo de firme. Según los datos que maneja Oficemen, desde 1993 se han construido pocas vías de este tipo. Algunos ejemplos son los ramales nuevos del enlace de Serín, en la Y de Asturias (autopista Oviedo-Gijón-Avilés), el tramo Variante de Adra-Enlace de Albuñol en la A-7 (10,5 km de doble calzada), o la variante de Marchena (Sevilla), un tramo de dos kilómetros dependiente de la Junta de Andalucía.
Son pocas también las obras que se habían licitado en los últimos años, y hasta que no se cierren los presupuestos de 2011 no se sabrá si se ven afectadas o no por el recorte de Fomento. Entre ellas se cuentan la variante norte de Orense (incluye túnel), un tramo de autovía Yecla-Caudete (Murcia), 15 kilómetros de la autovía Cáceres-Malpartida o la nueva carretera de Castrofuerte a Toral de los Guzmanes (Castilla León).
Del cemento al hormigón
El cemento es un elemento consustancial a cualquier obra, y también a las carreteras de asfalto. Se calcula que sobre un 3% de los costes de toda obra pública tienen que ver con el cemento. Desde el punto de vista de las cementeras, hasta un 27% de la producción que colocaron en 2009 fue a parar a la construcción de vías. Se usa en muchas fases: tratamientos de subbases para mejorar las capacidades del terreno, labores de drenaje, muros y elementos de contención, sistemas de seguridad, aceras, etcétera.
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