La potente industria cementera española está atravesando una de las peores crisis de su historia, con un desplome del consumo que no parece tener fin y que ha situado al sector en cifras por debajo de la mitad de las de 2007. La atonía del consumo interno, que continúa cayendo, y la imposibilidad de solventarlo con el recurso a los mercados exteriores está obligando a los principales protagonistas del sector a aplicar un ajuste duro de sus estructuras en una u otra dirección.
Así, Valderrivas ha optado por poner en venta su división cementera internacional y optimizar sus costes, mientras su filial Cementos Lemona acaba de anunciar una parada temporal de su fábrica. El grupo Cemex absorbe filiales, anuncia venta de negocios a nivel internacional por valor de 1.000 M$ y replantea su organización operativa. Lafargereconvierte un centro de producción y absorbe a su sociedad explotadora, recibe una inyección de liquidez y mantiene sin estrenar instalaciones. La lusa Cimpor también reorienta un centro de fabricación e implementa una "iberización" de sus actividades en España y Portugal. Holcim, que cerró dos fábricas entre 2008 y 2009, ajusta ahora su negocio hormigonero, recibe también una inyección de su matriz y, al mismo tiempo, entra en el capital de un competidor. Y, por último, Tudela Veguín reorganiza y simplifica su estructura societaria, mientras invierte en transporte para dirigirse a mercados más lejanos.
Además, la crisis ha situado contra las cuerdas a dos nuevas moliendas, cuya inversión estaba comenzando a amortizarse al derrumbarse el consumo, por lo que han terminado visitando los juzgados. Además, proyectos industriales que se habían puesto en marcha, como Cementos Andorra o Cementos del Marquesado, están ralentizándose, mientras otras nuevas iniciativas empresariales se han quedado sólo en el papel esperando una lejana recuperación del mercado.
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